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Como parte del compromiso institucional con la mejora continua, la carrera de Kinesiología ha avanzado de manera decidida en la implementación del Modelo de Aseguramiento de la Calidad de la Formación (MAQ), proceso que ha significado una transformación tanto en los mecanismos de gestión académica como en la experiencia formativa del estudiantado.

La jefa de carrera, Prof. Katherine de la Guarda Müller, destaca que este proceso no solo ha permitido identificar y abordar de manera más eficiente las brechas en la formación, sino también instalar una cultura de análisis sistemático, colaboración interdisciplinaria y toma de decisiones, subrayando, que el proceso ha significado una transición profunda hacia una cultura basada en datos y toma de decisiones informadas.

“La implementación del MAQ en nuestra carrera ha sido una oportunidad para mirarnos críticamente y avanzar con mayor claridad. En lo personal, ha sido también un proceso de aprendizaje: pasar de la intuición al análisis de datos concretos y de las buenas intenciones a las acciones estructuradas”, destaca.

Cuando los datos se convierten en oportunidades.

Uno de los principales impactos del MAQ ha sido la mejora tangible en la experiencia académica de las y los estudiantes. A partir de la identificación de asignaturas con altas tasas de reprobación, se desarrollaron estrategias concretas para apoyar el aprendizaje, lo que no solo mejoró los indicadores académicos, sino también la percepción del estudiantado sobre su proceso formativo.

En este sentido, la jefa de carrera explica: “Lo más importante ha sido generar una cultura donde los datos no solo se recopilan, sino que se utilizan para tomar decisiones que afectan directamente la experiencia de nuestras y nuestros estudiantes. Esa mirada cuantitativa, unida al conocimiento cotidiano del quehacer académico, ha sido clave para tomar decisiones que impacten directamente en la formación”.

En ese contexto, la carrera impulsó un cambio significativo al reconocer que las altas tasas de reprobación no eran solo cifras frías, sino obstáculos reales para la trayectoria de las y los estudiantes. La reorganización de recursos, la postulación a proyectos y el trabajo colaborativo fueron pilares de una estrategia institucional para enfrentar estas brechas.

“Nos permitió darnos cuenta de forma concreta de que las altas tasas de reprobación en asignaturas críticas de primer año no eran solo un dato preocupante, sino un obstáculo real. Este reconocimiento nos impulsó a reorganizar recursos, postular proyectos y, sobre todo, trabajar en red con docentes, ayudantes y otros actores relevantes”, añade.

Una comunidad que se escucha y se transforma.

Durante la aplicación del modelo, también surgieron oportunidades de mejora importantes. Una de ellas fue la necesidad de fortalecer la articulación con otras facultades que imparten asignaturas básicas, un vínculo que tradicionalmente ha sido débil, pero que ahora se trabaja de forma más activa y estratégica. En este contexto, la académica afirma que: “Una oportunidad clara ha sido fortalecer el trabajo conjunto con las facultades que imparten las asignaturas del ciclo básico. A través del MAC hemos logrado visibilizar esta necesidad y dar pasos hacia una colaboración más fluida”.

Otra línea de mejora que destaca la docente es la consolidación del uso estratégico de los datos disponibles. Más allá del diagnóstico puntual, el objetivo es construir un sistema permanente de monitoreo y retroalimentación que permita anticiparse a los desafíos formativos y actuar de manera proactiva: “Es importante seguir profundizando en el uso estratégico de estos datos, no solo para diagnósticos puntuales, sino como parte de un monitoreo sistemático y permanente que nos permita anticipar dificultades, evaluar nuestras acciones y retroalimentar el proceso formativo”, enfatiza.

Uno de los ejemplos más concretos del impacto del MAQ ha sido el diseño de un plan para reducir la reprobación en ciencias básicas, financiado por el fondo de apoyo a jefaturas de carrera. Esta iniciativa integró tutorías dirigidas por estudiantes, material didáctico y apoyo psicoemocional con psicólogas de la Facultad de Medicina y un instructor de terapias complementarias, articulándose plenamente con los lineamientos institucionales. “Este proyecto no solo mejoró indicadores académicos, sino que también cambió la forma en que las y los estudiantes enfrentaban los desafíos del primer año”, explica.

La implementación de tutorías tuvo un impacto significativo, respondiendo a la diversidad de trayectorias y niveles de conocimiento, lo que fue muy bien recibido por el estudiantado de la carrera: “Recuerdo a un estudiante que, tras participar en las tutorías, me escribió para agradecer la instancia. Me decía que por primera vez sentía que alguien se había preocupado de enseñarle desde lo que él sabía, sin asumir que todos partían del mismo punto. Comentarios como ese nos muestran que vamos avanzando hacia una formación más cercana y consciente de la diversidad”.

De cara al futuro, uno de los principales desafíos para la carrera es consolidar un sistema de acompañamiento que abarque toda la trayectoria formativa, con especial énfasis en las nuevas exigencias que surgen en cursos superiores e internados, sin descuidar el vínculo temprano con el entorno profesional. “Mi principal desafío es seguir acompañando de forma integral a lo largo de toda la trayectoria estudiantil. Queremos desarrollar un sistema de seguimiento más robusto, que nos permita anticiparnos a las dificultades y actuar de forma preventiva. También estamos trabajando en fortalecer la vinculación con el medio desde los primeros años, para que nuestro alumnado vea desde el inicio el impacto social de su formación”, afirma.

En lo humano y profesional, la Dra. de la Guarda valora profundamente el sentido de comunidad que ha encontrado en la Universidad de Concepción. Más allá de su rol como académica, destaca la posibilidad de acompañar trayectorias de vida diversas y ser parte de una institución que cuida y transforma. “Lo más significativo ha sido confirmar, una y otra vez, que la universidad es también una comunidad que cuida, contiene y transforma. He acompañado a estudiantes que han debido enfrentar situaciones muy complejas: salud, duelos, maternidad. Verlos egresar y mantener vínculos con la carrera es lo que más me enorgullece y me recuerda por qué elegí este camino académico”, concluye.

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